Las Deidades Mexicas
Los cultos al agua, al pulque, al maíz y al sol. Tláloc, "el rugido o la voz de la tierra", y Chalchiuhtlicue, "la de la falda de jades", constituían la pareja de dioses patronos de el agua.
El primero se encargaba, con los Tlaloques, sus ayudantes, de extraer el agua depositada en las montañas y dejarla caer desde el plano celeste a manera de ollas sagradas que vierten su contenido. Chalchiuhtlicue regía el agua contenida en los lagos, los ríos y el mar.
Uno de los dos edificios de la pirámide principal de México-Tenochtilan estaba dedicado al culto de Tláloc; también existía un curioso edificio ritual en el recinto sagrado alrededor de un manantial, el cual estaba relacionado con Chalchiuhtlicue.
En lo alto del cerro Tláloc, ubicado en la sierra nevada, al oriente del valle de México, se encuentran todavía los restos arqueológicos del más impresionante edificio sagrado, dedicado a Tláloc.
Del centro de la planta del maguey, raspándolo con cuidado, se extrae un líquido azucarado que, al fermentarse, se transforma en el pulque, una bebida de olor muy fuerte y alto contenido alcohólico.
Por su importancia calórica a los adultos se les permitía tomar sólamente una medida de este licor y se prohibía la borrachera, ya que el exceso del pulque propiciaba caer bajo el influjo de los Cenzon Totochtin o Cuatrocientos Conejos, lo cual significaba perder el control del carácter y caer en la agresión y la violencia. El dios Ome Tochtli era el patrocinador del pulque.
La planta de el maíz fue un don de los dioses; el propio Quetzalcóatl, después de la creación del Quinto Sol, se encargó de buscarla para entregarla a los hombres; por esta razón tenía un carácter divino.
En su aspecto masculino, era Centéotl y, como alimento de la humanidad, tenía un carácter femenino; era entonces Xilonen, el maíz que está en pleno crecimiento y floración y que se transforma en Chicomecóatl, "Siete Serpiente", cuando está maduro, cuando se recoge en forma de mazorcas y se puede guardar para los tiempos de hambruna.
Los pueblos prehispánicos consideraban la luminosidad y el calor de el sol como equivalencia de la vida; de ahí que en sus mitos de la creación del universo, la presencia y destrucción de este astro revelara la inestabilidad de la vida y la necesaria participación de los hombres en el mantenimiento del sol como deidad suprema.
El sol equivale al guerrero victorioso que derrota o hace huir a sus contrarios, la luna y las estrellas, despeja las sombras y la oscuridad y brinda la luz y el calor que iluminan el universo. Sus rayos penetran en la tierra fecundándola, lo que permite el crecimiento de las plantas y, así, el desarrollo de la vida en general.
En los mitos del mundo mexica, Quetzalcóatl, "la serpiente emplumada", desempeña un papel fundamental en la creación del universo y del hombre. Según algunos relatos, fue uno de los hijos de la pareja creadora, quien junto con Tezcatlipoca, creó la tierra del cuerpo desgajado de la diosa Cipactli-Tlaltecuhtli.
También penetró en el inframundo, dominio de Mictlantecuhtli, el señor de los muertos, y obtuvo con gran dificultad, después de adquirir la apariencia de perro (Xólotl), los huesos de la humanidad antigua, con los que realizó un ritual de autosacrificio y los mezcló con su sangre, para conformar a la que poblaría el universo, iluminado con el Quinto Sol.
El planeta Venus, con su importante presencia en el plano celeste, fue considerado por los antiguos mexicanos como una de las advocaciones de Quetzalcóatl.
A dicho astro le llamaron Tlahizcalpantecuhtli, que podemos traducir como "El Señor del Lucero de la Mañana", y su importancia radica en que de él derivó uno de los ciclos calendáricos que permitió a los astrónomos nativos correlacionar, los ya conocidos calendarios solar y lunar.
Tlahizcalpantecuhtli tiene que ver, entonces, con las festividades donde se celebra la conclusión de los grandes ciclos de tiempo.
En el complejo ritual del dios Quetzalcóatl destaca la figura de Xólotl, su gemelo, peculiar deidad de aspecto perruno, que se identificaba porque el sagrado can luce numerosas arrugas y lleva un par de protuberancias de forma cuadrangular sobre la cabeza, que lo asocian al fuego celeste.
Xólotl es el dios de las monstruosidades y patrono de los gemelos y de los animales que sufren transformaciones a lo largo de su crecimiento, como los renacuajos que cambian a ranas.
El viento en el México antiguo es uno de los elementos originales que participan en la conformación de la creación del universo; en la época de los mexicas era dominio de Ehécatl, advocación de Quetzalcóatl que se identificaba por la máscara que cubría la parte inferior de su rostro con la forma del pico de un ave, la que podía tener filosos colmillos.
El pueblo creía que el dios producía el viento soplando con esta máscara. El culto a esta deidad se realizaba en los edificios sagrados con la forma de una pirámide circular que sustentaba un templo, cuya habitación era de forma cilíndrica con techo cónico, que evocaba el curioso movimiento del viento, que en los campos y en el mar conforma remolinos.
Tezcatlipoca, "el espejo de obsidiana", era una deidad ancestral a la que los mexicas consideraban uno de los creadores del universo. El negro es el color que lo identifica; por esta razón era considerada la deidad de la oscuridad y de todo lo que ocurría en su ámbito, como el robo, el adulterio, etc.
El ambiente natural que rodea al hombre de manera específica en el espacio mesoamericano, presentaba dos etapas en el desarrollo de su existencia; la esterilidad, que corresponde al tiempo de secas, y la floración, resultado de la fertilidad de la tierra, que corresponde a la época de lluvias.
Los encargados de cubrir el campo del verdor de las plantas y los colores de las flores, eran Xochipilli, "El Príncipe de las Flores", y Xochiquetzal, "La Flor Preciosa cubierta de Plumas de Quetzal".
El primero se encargaba, con los Tlaloques, sus ayudantes, de extraer el agua depositada en las montañas y dejarla caer desde el plano celeste a manera de ollas sagradas que vierten su contenido. Chalchiuhtlicue regía el agua contenida en los lagos, los ríos y el mar.
Uno de los dos edificios de la pirámide principal de México-Tenochtilan estaba dedicado al culto de Tláloc; también existía un curioso edificio ritual en el recinto sagrado alrededor de un manantial, el cual estaba relacionado con Chalchiuhtlicue.
En lo alto del cerro Tláloc, ubicado en la sierra nevada, al oriente del valle de México, se encuentran todavía los restos arqueológicos del más impresionante edificio sagrado, dedicado a Tláloc.
Del centro de la planta del maguey, raspándolo con cuidado, se extrae un líquido azucarado que, al fermentarse, se transforma en el pulque, una bebida de olor muy fuerte y alto contenido alcohólico.
Por su importancia calórica a los adultos se les permitía tomar sólamente una medida de este licor y se prohibía la borrachera, ya que el exceso del pulque propiciaba caer bajo el influjo de los Cenzon Totochtin o Cuatrocientos Conejos, lo cual significaba perder el control del carácter y caer en la agresión y la violencia. El dios Ome Tochtli era el patrocinador del pulque.
La planta de el maíz fue un don de los dioses; el propio Quetzalcóatl, después de la creación del Quinto Sol, se encargó de buscarla para entregarla a los hombres; por esta razón tenía un carácter divino.
En su aspecto masculino, era Centéotl y, como alimento de la humanidad, tenía un carácter femenino; era entonces Xilonen, el maíz que está en pleno crecimiento y floración y que se transforma en Chicomecóatl, "Siete Serpiente", cuando está maduro, cuando se recoge en forma de mazorcas y se puede guardar para los tiempos de hambruna.
Los pueblos prehispánicos consideraban la luminosidad y el calor de el sol como equivalencia de la vida; de ahí que en sus mitos de la creación del universo, la presencia y destrucción de este astro revelara la inestabilidad de la vida y la necesaria participación de los hombres en el mantenimiento del sol como deidad suprema.
El sol equivale al guerrero victorioso que derrota o hace huir a sus contrarios, la luna y las estrellas, despeja las sombras y la oscuridad y brinda la luz y el calor que iluminan el universo. Sus rayos penetran en la tierra fecundándola, lo que permite el crecimiento de las plantas y, así, el desarrollo de la vida en general.
En los mitos del mundo mexica, Quetzalcóatl, "la serpiente emplumada", desempeña un papel fundamental en la creación del universo y del hombre. Según algunos relatos, fue uno de los hijos de la pareja creadora, quien junto con Tezcatlipoca, creó la tierra del cuerpo desgajado de la diosa Cipactli-Tlaltecuhtli.
También penetró en el inframundo, dominio de Mictlantecuhtli, el señor de los muertos, y obtuvo con gran dificultad, después de adquirir la apariencia de perro (Xólotl), los huesos de la humanidad antigua, con los que realizó un ritual de autosacrificio y los mezcló con su sangre, para conformar a la que poblaría el universo, iluminado con el Quinto Sol.
El planeta Venus, con su importante presencia en el plano celeste, fue considerado por los antiguos mexicanos como una de las advocaciones de Quetzalcóatl.
A dicho astro le llamaron Tlahizcalpantecuhtli, que podemos traducir como "El Señor del Lucero de la Mañana", y su importancia radica en que de él derivó uno de los ciclos calendáricos que permitió a los astrónomos nativos correlacionar, los ya conocidos calendarios solar y lunar.
Tlahizcalpantecuhtli tiene que ver, entonces, con las festividades donde se celebra la conclusión de los grandes ciclos de tiempo.
En el complejo ritual del dios Quetzalcóatl destaca la figura de Xólotl, su gemelo, peculiar deidad de aspecto perruno, que se identificaba porque el sagrado can luce numerosas arrugas y lleva un par de protuberancias de forma cuadrangular sobre la cabeza, que lo asocian al fuego celeste.
Xólotl es el dios de las monstruosidades y patrono de los gemelos y de los animales que sufren transformaciones a lo largo de su crecimiento, como los renacuajos que cambian a ranas.
El viento en el México antiguo es uno de los elementos originales que participan en la conformación de la creación del universo; en la época de los mexicas era dominio de Ehécatl, advocación de Quetzalcóatl que se identificaba por la máscara que cubría la parte inferior de su rostro con la forma del pico de un ave, la que podía tener filosos colmillos.
El pueblo creía que el dios producía el viento soplando con esta máscara. El culto a esta deidad se realizaba en los edificios sagrados con la forma de una pirámide circular que sustentaba un templo, cuya habitación era de forma cilíndrica con techo cónico, que evocaba el curioso movimiento del viento, que en los campos y en el mar conforma remolinos.
Tezcatlipoca, "el espejo de obsidiana", era una deidad ancestral a la que los mexicas consideraban uno de los creadores del universo. El negro es el color que lo identifica; por esta razón era considerada la deidad de la oscuridad y de todo lo que ocurría en su ámbito, como el robo, el adulterio, etc.
El ambiente natural que rodea al hombre de manera específica en el espacio mesoamericano, presentaba dos etapas en el desarrollo de su existencia; la esterilidad, que corresponde al tiempo de secas, y la floración, resultado de la fertilidad de la tierra, que corresponde a la época de lluvias.
Los encargados de cubrir el campo del verdor de las plantas y los colores de las flores, eran Xochipilli, "El Príncipe de las Flores", y Xochiquetzal, "La Flor Preciosa cubierta de Plumas de Quetzal".
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