La Piedra Movediza De Tandil
La piedra movediza de Tandil, famosa en la región aunque cayó en 1912, mantenía un delicado equilibrio para el que ninguna explicación fue suficiente.
Pero una leyenda cuenta que un puma había sido apresado en un montículo de rocas y que las movía enfurecido en su deseo de quedar libre.
Entre las sierras que quiebran la planicie bonaerense se destacan los macizos de Ventania y de Tandilia, pequeñas elevaciones de formas pintorescas. En Tandil se ha construido sobre una de las sierras el Calvario, en donde cada Semana Santa se recuerda el Drama del Gólgota.
El Centinela, una piedra vertical que corona la cima de otra elevación, parece montar guardia en el silencio del paisaje. Pero, sin duda, la más famosa roca del conjunto es la Piedra Movediza, un interesante fenómeno de la naturaleza que recibió ese nombre por el eterno vaivén que atraía a los turistas.
Sin embargo, el 29 de febrero de 1912 la piedra cayó al vacío sin que hasta el presente se haya podido explicar el motivo de su equilibrio o de la caída.
Como era costumbre entre los primitivos habitantes de nuestro país, los fenómenos naturales siempre tenían una explicación por medio de una leyenda.
Los indígenas que vivían en esas tierras consideraban que la Luna y el Sol eran fuerzas todopoderosas, capaces de transformarlo todo y poseedoras de verdad. Eran para los nativos como dos esposos gigantescos, creadores de la pampa.
Desde entonces, el Sol, aliado de las criaturas que habitaban en el mundo, enviaba su luz benefactora sobre la Tierra durante el día, mientras que la Luna lo vigilaba por las noches.
Un día los hombres notaron algo extraño en el Sol: lo vieron palidecer, casi extinguirse. Era un puma gigantesco y alado que lo acosaba. Los más hábiles guerreros decidieron atacar al puma con sus flechas y una de ellas dio en el blanco, hiriendo el lomo del animal.
El monstruo rugía terriblemente por lo que nadie se atrevía a acercarse y ultimarlo. Entonces, el Sol, que había recobrado su apariencia risueña, brindaba su mejor luz. A la hora acostumbrada se ocultó.
Salió la Luna y al ver al puma aún con vida comenzó a tirarle piedras. Tantas y tantas cayeron que se amontonaron formando la sierra de Tandil. La última piedra dio sobre la punta de la flecha y en ella quedó clavada.
Pero el puma, aunque enterrado, no había muerto. Al apuntar el alba se estremecía de rabia como si quisiese atacar de nuevo al Sol. La flecha se movía y hacía oscilar la piedra en dirección al astro. Y así entendían los aborígenes el movimiento de la roca tandilera.
Pero una leyenda cuenta que un puma había sido apresado en un montículo de rocas y que las movía enfurecido en su deseo de quedar libre.
Entre las sierras que quiebran la planicie bonaerense se destacan los macizos de Ventania y de Tandilia, pequeñas elevaciones de formas pintorescas. En Tandil se ha construido sobre una de las sierras el Calvario, en donde cada Semana Santa se recuerda el Drama del Gólgota.
El Centinela, una piedra vertical que corona la cima de otra elevación, parece montar guardia en el silencio del paisaje. Pero, sin duda, la más famosa roca del conjunto es la Piedra Movediza, un interesante fenómeno de la naturaleza que recibió ese nombre por el eterno vaivén que atraía a los turistas.
Sin embargo, el 29 de febrero de 1912 la piedra cayó al vacío sin que hasta el presente se haya podido explicar el motivo de su equilibrio o de la caída.
Como era costumbre entre los primitivos habitantes de nuestro país, los fenómenos naturales siempre tenían una explicación por medio de una leyenda.
Los indígenas que vivían en esas tierras consideraban que la Luna y el Sol eran fuerzas todopoderosas, capaces de transformarlo todo y poseedoras de verdad. Eran para los nativos como dos esposos gigantescos, creadores de la pampa.
Desde entonces, el Sol, aliado de las criaturas que habitaban en el mundo, enviaba su luz benefactora sobre la Tierra durante el día, mientras que la Luna lo vigilaba por las noches.
Un día los hombres notaron algo extraño en el Sol: lo vieron palidecer, casi extinguirse. Era un puma gigantesco y alado que lo acosaba. Los más hábiles guerreros decidieron atacar al puma con sus flechas y una de ellas dio en el blanco, hiriendo el lomo del animal.
El monstruo rugía terriblemente por lo que nadie se atrevía a acercarse y ultimarlo. Entonces, el Sol, que había recobrado su apariencia risueña, brindaba su mejor luz. A la hora acostumbrada se ocultó.
Salió la Luna y al ver al puma aún con vida comenzó a tirarle piedras. Tantas y tantas cayeron que se amontonaron formando la sierra de Tandil. La última piedra dio sobre la punta de la flecha y en ella quedó clavada.
Pero el puma, aunque enterrado, no había muerto. Al apuntar el alba se estremecía de rabia como si quisiese atacar de nuevo al Sol. La flecha se movía y hacía oscilar la piedra en dirección al astro. Y así entendían los aborígenes el movimiento de la roca tandilera.
Marcelo Fernández.
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