Señor De La Muerte o San La Muerte
La cultura guaranítica que llega hasta nuestro días se nutre de distintos elementos entre los que se encuentra la "devoción" o culto a San La Muerte (también conocido como San Justo Nuestro Señor de la Buena Muerte o Señor La Muerte).
Producida la conquista de América en el siglo XV, junto a los autores materiales del abordaje, llegaron religiosos encargados de introducir el credo católico entre los pobladores aborígenes, quienes profanaban extraños cultos idolátricos de los salvajes reducidos.
Pero, algunos elementos autóctonos lograron sobrevivir aisladamente, conservando caracteres que, pese a admitir influencias del catolicismo, presentan rituales en abierto contraste con el dogma de la Iglesia.
San La Muerte es representado por una pequeña imagen esquelética sentada en cuclillas en posición fetal (como los indios americanos acostumbraban a enterrar a sus muertos), cargando una guadaña sobre la espalda, actitud que se emparienta con La Parca de la mitología grecorromana.
Suelen encontrarse imágenes que a semejanza de El Pensador de Rodín, sostiene el rostro a la altura de la barbilla en pose meditativa.
Estas imágenes del fetiche, habitualmente diminutas, tendrían poderes limitados para mediar en cuestiones sentimentales protegiendo a matrimonios desavenidos, encontrar objetos extraviados, y en especial predicamento en la cura del "mal de ojos" que, según la creencia popular, hay personas que influyen sobre otras, especialmente en criaturas muy pequeñas (menores de un año), provocándoles dolencias y malestares simplemente con mirarlos.
El fetiche también es cruel y vengativo, se lo utiliza para causar daño a alguien a la distancia. Adorada y temida al mismo tiempo, esta imagen se constituyó en el eje de una religión sincrética que coexiste con el santoral oficializado por la Iglesia católica.
La imagen es hecha sobre madera blanda, aunque el amuleto adquiere mayores facultades para obrar prodigios, si lo fabrican con huesos humanos, preferentemente de falanges de niños fallecidos después de recibir los óleos bautismales, también se conoce el poder de imágenes realizadas con plomo derretido, con balas que haya causado la muerte, y también con restos de campanas de templos. En ninguno de los ejemplares conocidos, el fetiche supera los 10 cm de altura.
Algunos "gauchos alzados" solían llevarlo alojado debajo de la piel como amuleto, o colgado del cuello a modo de escapulario. Si es bendito en siete iglesias distintas, adquiere poderes ilimitados.
Para lograr que los sacerdotes bendigan la imagen, sus devotos apelan a un original ardid, que consiste en ahuecar una vela, introduciendo el fetiche en su interior y luego la cubren nuevamente con estearina o sebo. Una vez que el oficiante arroja el agua bendita sobre el cirio, el burdo esqueleto también se considera bendecido.
Si la imagen es colocada debajo de la piel, convierte a su poseedor en un ser indestructible, no es alcanzado por balas ni armas blancas, incluso existen leyendas de personas enfermas que tras largas agonías, debieron retirarles el fetiche del cuerpo para que pudiera morir.
El extraño culto, que es permanente, cobra señalado auge en oportunidad de celebrarse el 20 de agosto, fecha consagrada a la veneración de San La Muerte.
Producida la conquista de América en el siglo XV, junto a los autores materiales del abordaje, llegaron religiosos encargados de introducir el credo católico entre los pobladores aborígenes, quienes profanaban extraños cultos idolátricos de los salvajes reducidos.
Pero, algunos elementos autóctonos lograron sobrevivir aisladamente, conservando caracteres que, pese a admitir influencias del catolicismo, presentan rituales en abierto contraste con el dogma de la Iglesia.
San La Muerte es representado por una pequeña imagen esquelética sentada en cuclillas en posición fetal (como los indios americanos acostumbraban a enterrar a sus muertos), cargando una guadaña sobre la espalda, actitud que se emparienta con La Parca de la mitología grecorromana.
Suelen encontrarse imágenes que a semejanza de El Pensador de Rodín, sostiene el rostro a la altura de la barbilla en pose meditativa.
Estas imágenes del fetiche, habitualmente diminutas, tendrían poderes limitados para mediar en cuestiones sentimentales protegiendo a matrimonios desavenidos, encontrar objetos extraviados, y en especial predicamento en la cura del "mal de ojos" que, según la creencia popular, hay personas que influyen sobre otras, especialmente en criaturas muy pequeñas (menores de un año), provocándoles dolencias y malestares simplemente con mirarlos.
El fetiche también es cruel y vengativo, se lo utiliza para causar daño a alguien a la distancia. Adorada y temida al mismo tiempo, esta imagen se constituyó en el eje de una religión sincrética que coexiste con el santoral oficializado por la Iglesia católica.
La imagen es hecha sobre madera blanda, aunque el amuleto adquiere mayores facultades para obrar prodigios, si lo fabrican con huesos humanos, preferentemente de falanges de niños fallecidos después de recibir los óleos bautismales, también se conoce el poder de imágenes realizadas con plomo derretido, con balas que haya causado la muerte, y también con restos de campanas de templos. En ninguno de los ejemplares conocidos, el fetiche supera los 10 cm de altura.
Algunos "gauchos alzados" solían llevarlo alojado debajo de la piel como amuleto, o colgado del cuello a modo de escapulario. Si es bendito en siete iglesias distintas, adquiere poderes ilimitados.
Para lograr que los sacerdotes bendigan la imagen, sus devotos apelan a un original ardid, que consiste en ahuecar una vela, introduciendo el fetiche en su interior y luego la cubren nuevamente con estearina o sebo. Una vez que el oficiante arroja el agua bendita sobre el cirio, el burdo esqueleto también se considera bendecido.
Si la imagen es colocada debajo de la piel, convierte a su poseedor en un ser indestructible, no es alcanzado por balas ni armas blancas, incluso existen leyendas de personas enfermas que tras largas agonías, debieron retirarles el fetiche del cuerpo para que pudiera morir.
El extraño culto, que es permanente, cobra señalado auge en oportunidad de celebrarse el 20 de agosto, fecha consagrada a la veneración de San La Muerte.
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