Misterios Caídos Del Cielo
Todos los años, al comienzo de la estación lluviosa, los habitantes de Yoro, en Honduras, preparan cubetas, barriles, palanganas y redes para recoger los peces que van a caer del cielo. Y todos los años, hasta donde llega la memoria, han caído sardinas por barriles.
La "lluvia de pescado", como la llama la gente del lugar, suele comenzar de cuatro a cinco de la tarde y va seguida de tormentas eléctricas y fuertes vientos. El pescado es depositado vivo y coleando sobre una pradera que hay al sudoeste del pueblo.
En 1833, una sustancia parecida a la lana cayó en trozos sobre grandes extensiones de campo cerca del pueblo francés de Montussan. En otros lugares han caído ringleras de un material que parece seda e hilos ondulantes, como procedentes de una gran mercería.
En muchas partes del mundo, en numerosas ocasiones y en número monstruoso, han caído también ranas y sapos, y también lo han hecho caracoles marinos, gusanos y serpientes. Se ha visto gotear y aún chorrear sangre del cielo, y caer frijoles y granos, así como carne de todo tipo, como si allá arriba navegaran graneros y rastros invisibles.
La clásica explicación de la mayoría de las lluvias insólitas es que todo lo que cae fue antes absorbido por un torbellino o una tromba marina. Además de ser la explicación más lógica, la tesis del torbellino se basa en algunas pruebas de peso, fruto de la observación.
Por la atmósfera circulan constantemente una gran variedad de pequeños organismos y restos vegetales y animales. En muestras de aire recogidas con aspiradores especialmente diseñados se han encontrado esporas de hongo , musgo, líquenes y algas , huevos de insecto, bacterias, escamas de alas, pelos y trozos de plumas.
Aunque para levantar del suelo esas pequeñas partículas no haga falta mucha energía, los grandes torbellinos, tornados y trombas marinas generan corrientes ascendentes de una fuerza enorme.
Por ejemplo, el 22 de abril de 1883, en Beuregard (Mississippi), un tornado se llevó volando a 275 metros el tornillo de 300 kilos de una prensa de algodón. En Walterborough (Carolina del Sur), una viga de madera de 270 kilos fue arrastrada 400 metros por el tornado del 16 de abril de 1875, y un gallinero de 35 kilos más de 6 kilómetros. Y en el tornado del 4 de junio de 1877, en Mont Carmel (Illinois), la aguja de una iglesia fue llevada por los aires 25 kilómetros.
La acción de las trombas marinas ha sido observada con menos frecuencia que las de los torbellinos, pero también han hecho cosas extraordinarias. Por ejemplo, en Christiansten (Noruega), el puerto fue una vez casi vaciado de ese modo, y, en menor escala se sabe de estanques que quedaron secos. Durante una tormenta en el lago Bassenthwaitre (Inglaterra) se vio como los peces eran lanzados a tierra.
En la medida en que la energía generada por los torbellinos basta para levantar hasta el cielo lo que se ha visto cae de él, la explicación parece acertada, e indudablemente da cuenta de algunas lluvias insólitas. Sin embargo esta teoría suscita preguntas interesantes. Por ejemplo, ¿cómo se las arreglan torbellinos y trombas para ser tan selectivos?
Las cosas que caen del cielo suelen estar perfectamente clasificadas: en un determinado chaparrón caen solo peces, o sólo ranas, o sólo piedras, y además sólo peces de cierta especie o ranas de cierta edad. Pero torbellinos y trombas barren cuanto encuentran a su paso. ¿Por qué entonces no hay lluvia de seres y despojos surtidos, por ejemplo barro y algas junto con los peces?
Si damos por supuesto algún mecanismo de selección aéreo –por ejemplo, de acuerdo con el peso y la aerodinámica de los objetos-, sería de esperar que cayesen chaparrones variados –peces aquí, barro allí, algas más allá- en la misma zona y más o menos al mismo tiempo; pero esto no sucede. ¿Cómo, entonces, sobreviven los peces y otras criaturas a los rigores del transporte por el torbellino?
La teoría de los torbellinos y trombas exige creer, primero, que los peces, que a menudo caen vivos a considerable distancia de su aparente punto de origen, pueden sobrevivir por un período indefinidamente largo en la saturada atmósfera de una nube de lluvia.
Segundo, que fuerzas lo bastante poderosas para sacar peces, ranas, sapos, anguilas y serpientes de su hábitat normal y lanzarlos al cielo no bastan para inferirles daños físicos, y que los repentinos cambios de temperatura y presión son igualmente inofensivos. Aunque tales teorías pueden apelar al sentido común, carecen de pruebas firmes que las apoyen.
Queda por último la pregunta de cómo pueden los torbellinos cernerse sobre un lugar o regresar a él. Dado que la característica más permanente del viento es el movimiento, y el mover cuanto viaja en él, la teoría del torbellino no explica los numerosos casos en que las mismas cosas caen repetidamente en el mismo sitio, como si procediesen de algún lugar fijo del cielo.
La "lluvia de pescado", como la llama la gente del lugar, suele comenzar de cuatro a cinco de la tarde y va seguida de tormentas eléctricas y fuertes vientos. El pescado es depositado vivo y coleando sobre una pradera que hay al sudoeste del pueblo.
En 1833, una sustancia parecida a la lana cayó en trozos sobre grandes extensiones de campo cerca del pueblo francés de Montussan. En otros lugares han caído ringleras de un material que parece seda e hilos ondulantes, como procedentes de una gran mercería.
En muchas partes del mundo, en numerosas ocasiones y en número monstruoso, han caído también ranas y sapos, y también lo han hecho caracoles marinos, gusanos y serpientes. Se ha visto gotear y aún chorrear sangre del cielo, y caer frijoles y granos, así como carne de todo tipo, como si allá arriba navegaran graneros y rastros invisibles.
La clásica explicación de la mayoría de las lluvias insólitas es que todo lo que cae fue antes absorbido por un torbellino o una tromba marina. Además de ser la explicación más lógica, la tesis del torbellino se basa en algunas pruebas de peso, fruto de la observación.
Por la atmósfera circulan constantemente una gran variedad de pequeños organismos y restos vegetales y animales. En muestras de aire recogidas con aspiradores especialmente diseñados se han encontrado esporas de hongo , musgo, líquenes y algas , huevos de insecto, bacterias, escamas de alas, pelos y trozos de plumas.
Aunque para levantar del suelo esas pequeñas partículas no haga falta mucha energía, los grandes torbellinos, tornados y trombas marinas generan corrientes ascendentes de una fuerza enorme.
Por ejemplo, el 22 de abril de 1883, en Beuregard (Mississippi), un tornado se llevó volando a 275 metros el tornillo de 300 kilos de una prensa de algodón. En Walterborough (Carolina del Sur), una viga de madera de 270 kilos fue arrastrada 400 metros por el tornado del 16 de abril de 1875, y un gallinero de 35 kilos más de 6 kilómetros. Y en el tornado del 4 de junio de 1877, en Mont Carmel (Illinois), la aguja de una iglesia fue llevada por los aires 25 kilómetros.
La acción de las trombas marinas ha sido observada con menos frecuencia que las de los torbellinos, pero también han hecho cosas extraordinarias. Por ejemplo, en Christiansten (Noruega), el puerto fue una vez casi vaciado de ese modo, y, en menor escala se sabe de estanques que quedaron secos. Durante una tormenta en el lago Bassenthwaitre (Inglaterra) se vio como los peces eran lanzados a tierra.
En la medida en que la energía generada por los torbellinos basta para levantar hasta el cielo lo que se ha visto cae de él, la explicación parece acertada, e indudablemente da cuenta de algunas lluvias insólitas. Sin embargo esta teoría suscita preguntas interesantes. Por ejemplo, ¿cómo se las arreglan torbellinos y trombas para ser tan selectivos?
Las cosas que caen del cielo suelen estar perfectamente clasificadas: en un determinado chaparrón caen solo peces, o sólo ranas, o sólo piedras, y además sólo peces de cierta especie o ranas de cierta edad. Pero torbellinos y trombas barren cuanto encuentran a su paso. ¿Por qué entonces no hay lluvia de seres y despojos surtidos, por ejemplo barro y algas junto con los peces?
Si damos por supuesto algún mecanismo de selección aéreo –por ejemplo, de acuerdo con el peso y la aerodinámica de los objetos-, sería de esperar que cayesen chaparrones variados –peces aquí, barro allí, algas más allá- en la misma zona y más o menos al mismo tiempo; pero esto no sucede. ¿Cómo, entonces, sobreviven los peces y otras criaturas a los rigores del transporte por el torbellino?
La teoría de los torbellinos y trombas exige creer, primero, que los peces, que a menudo caen vivos a considerable distancia de su aparente punto de origen, pueden sobrevivir por un período indefinidamente largo en la saturada atmósfera de una nube de lluvia.
Segundo, que fuerzas lo bastante poderosas para sacar peces, ranas, sapos, anguilas y serpientes de su hábitat normal y lanzarlos al cielo no bastan para inferirles daños físicos, y que los repentinos cambios de temperatura y presión son igualmente inofensivos. Aunque tales teorías pueden apelar al sentido común, carecen de pruebas firmes que las apoyen.
Queda por último la pregunta de cómo pueden los torbellinos cernerse sobre un lugar o regresar a él. Dado que la característica más permanente del viento es el movimiento, y el mover cuanto viaja en él, la teoría del torbellino no explica los numerosos casos en que las mismas cosas caen repetidamente en el mismo sitio, como si procediesen de algún lugar fijo del cielo.
Fuente: "Inverosímil, Fenómenos inexplicables"
Selecciones del Reader´s Digest. de México, Primera edición 1985.
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