La Niña Encantada
Cuenta la leyenda que el cacique Calihué venció en enconada lucha a Naucayanqui, cacique rival. Como precio de su derrota hubo de entregarle por esposa a su hija Elcha, cuya belleza era comentada por los indios de toda la comarca.
Poco después moría el cacique Rupuyan, a quien Calihué amaba entrañablemente, por lo que no vaciló en proteger y cuidar a Cantipan, su hijo. El amor brilló en los ojos de los dos jóvenes y una llamarada inextinguible comenzó a arder en sus corazones.
Una noche, cuando el silencio era más profundo, se deslizó la pareja por entre las peñas, por entre los bosques. Los lamentos de Calihué, al descubrir el rapto, estremecían las sierras y aquietaban hasta el susurro de los vientos. La desesperación lo enloquecía. Toda la tribu buscó la huella de los amantes, pero fue en vano.
La cacica Chulcan, que en silencio amaba a Cantipan, aconsejó recurrir a una bruja que vivía en Relgué Samué Lauquén (Laguna de las siete apuestas) y de allí, obtenidos sus servicios llegaron hasta la de Aien-cué (donde grita la vieja), en cuyas proximidades moraba la feliz pareja.
Llegados al lugar Chulcán, para evitar ser conocida, fue transformada en lechuza, y la bruja dio a Elcha una guirnalda de lirios rosas "engualichada". Cuando quiso mirarse en las serenas aguas del lago, quedó convertida en piedra, y Cantipán, desesperado, se lanzó a las aguas, pereciendo en ellas.
Pasaron los siglos, y en el borde de la laguna se erguía aún la imagen petrificada de Elcha, hasta que un día se desmoronó y fue a reunirse en su fondo "con el hombre que tanto amó".
Poco después moría el cacique Rupuyan, a quien Calihué amaba entrañablemente, por lo que no vaciló en proteger y cuidar a Cantipan, su hijo. El amor brilló en los ojos de los dos jóvenes y una llamarada inextinguible comenzó a arder en sus corazones.
Una noche, cuando el silencio era más profundo, se deslizó la pareja por entre las peñas, por entre los bosques. Los lamentos de Calihué, al descubrir el rapto, estremecían las sierras y aquietaban hasta el susurro de los vientos. La desesperación lo enloquecía. Toda la tribu buscó la huella de los amantes, pero fue en vano.
La cacica Chulcan, que en silencio amaba a Cantipan, aconsejó recurrir a una bruja que vivía en Relgué Samué Lauquén (Laguna de las siete apuestas) y de allí, obtenidos sus servicios llegaron hasta la de Aien-cué (donde grita la vieja), en cuyas proximidades moraba la feliz pareja.
Llegados al lugar Chulcán, para evitar ser conocida, fue transformada en lechuza, y la bruja dio a Elcha una guirnalda de lirios rosas "engualichada". Cuando quiso mirarse en las serenas aguas del lago, quedó convertida en piedra, y Cantipán, desesperado, se lanzó a las aguas, pereciendo en ellas.
Pasaron los siglos, y en el borde de la laguna se erguía aún la imagen petrificada de Elcha, hasta que un día se desmoronó y fue a reunirse en su fondo "con el hombre que tanto amó".
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