¿Mitos o Realidades?

Cosas "raras" que andan dando vuelta por el Mundo. Algunos creen, otros no ... Vos, ¿en que lado estás? mitosyrealidades@gmail.com

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viernes, noviembre 07, 2008

El Hombre Velludo del Amazonas

Wolfman
Cuando en 1920 el geólogo suizo Francois de Loys y su expedición regresaron de las selvas de Colombia y Venezuela, dijeron que habían matado a uno de los miembros de una pareja de enfurecidos seres similares a los monos, que los atacaron.

Los hombres sentaron el cuerpo de la criatura en un tambor y lo fotografiaron, luego de colocarle un bastón debajo del mentón para mantenerlo erguido.

El extraño animal, según informaron, tenía una estatura algo mayor que un metro y medio, y una expresión extrañamente humana.

Los escépticos impugnaron primero el peso estimado por Loys para el animal.

Los estudios efectuados durante una década no bastaron para identificar al extraño ser velludo.

No obstante, en 1931, un equipo de antropólogos italianos trabajó en el Amazonas, cerca de la ex Guayana Británica y, aunque no se topó con un ser idéntico a la descripción de Loys, su testimonio coincide notablemente con uno visto por ellos.

jueves, noviembre 06, 2008

Eclipse

Black Cloud
Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido acepto que ya nada podría salvarlos. La selva poderosa de Guatemala lo había opresado, implacable y definitiva.

Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte.

Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de si mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en el una idea que tuvo por digna de su talento y de si cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles.

Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo mas intimo, valerse de ese conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.

-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y espero confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
Tito Monterroso - Guatemalteco.

martes, noviembre 04, 2008

Vivir Para Siempre

Aging Woman
Una dama comía y bebía alegremente y tenía cuanto puede anhelar el corazón, y deseó vivir para siempre.

En los primeros cien años todo fue bien, pero después empezó a encogerse y a arrugarse, hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer, ni beber.

Pero tampoco podía morir.

Al principio la alimentaban como si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que la metieron en una botella de vidrio y la colgaron en una iglesia.

Todavía está allí, en la iglesia de Santa María.

Es del tamaño de una rata y una vez al año se mueve.

lunes, noviembre 03, 2008

La Momia que sigue con los Ojos Abiertos

Fainting
Caso verdaderamente extraño e interesante es el que van ustedes a leer, y de cuya veracidad, espero que su buen juicio lo considere y pondere.

Cuentan que hubo un fraile que vestía tosco sayal y calzaba humildes sandalias allá en los tiempos en que los religiosos cumplían más severamente con las obligaciones de su ministerio.

Además, se afirma que vivía una vida llena de austeridad y sacrificio, al grado de que usaba constantemente bajo sus ropas un cilicio alrededor de la cintura.

Este sacerdote, por sus virtudes, fue muy querido, pues gustaba de consolar a los pobres y fortalecer a los débiles, de modo que su caridad se hizo proverbial entre toda la gente que lo trataba, hasta de aquellos que gozaban de toda clase de comodidades.

Dicen, pues, que una vez al cruzar por la Plaza del Baratillo, tropezó con un sujeto que gozaba fama de incrédulo, quien le dió un empellón, al momento que lanzaba esta expresión al venerable anciano:

-"Apuesto a que el Padre don (fulano), no se atreve a tomar una copa conmigo".

El ministro, con toda humildad contestó:

-"Gracias, hijo, y que Dios te perdone"- y siguió su camino indiferente.

El sujeto aquél, a pesar de su embriaguez, pudo darse cuenta, con profundo asombro, que el sacerdote no tocaba con los pies el suelo, y que más bien se deslizaba a cierta altura del pavimento.

De momento lo atribuyó a la confusión de la bebida, pero viéndolo con más atención y fijeza, comprobó que más que una persona física era como una sombra, y su espanto cundió de pronto.

Pasó sin embargo esta impresión, y algunos días más tarde el personaje de este relato, siendo minero, sufrió un accidente en su trabajo, junto con otros compañeros.

Sintiéndose morir, se acobardó hasta el grado de implorar que le llevaran un padre porque iba a morir. Así lo hicieron los compañeros, y poco después ahí estaba a su lado el sacerdote.

-"Padre -le dijo con voz entrecortada y débil-, acúsome de haber faltado una vez a un sacerdote y de haberme burlado de él".

-"Sí, -contestó el fraile-, ese soy yo".

El moribundo se estremeció de terror, y con los ojos desorbitados, viendo fijamente al religioso, exhaló el último suspiro.

Cuentan que entre las momias que hay en el panteón, está la que pertenece a aquél minero y que conserva la expresión de horror en su cara, con los ojos desmesuradamente abiertos, pues aseguran que nadie pudo cerrárselos después de su muerte.
Jessica Cifuentes Reyes.