¿Mitos o Realidades?

Cosas "raras" que andan dando vuelta por el Mundo. Algunos creen, otros no ... Vos, ¿en que lado estás? mitosyrealidades@gmail.com

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viernes, septiembre 29, 2006

Pillan Quitral: Leyenda Tehuelche

Camp Fire
En la antiquísima cosmogonía tehuelche se cuenta que "El que siempre existió" vivía rodeado por densas y oscuras neblinas allí donde se juntan el cielo y el mar, hasta que un día pensando en su terrible soledad, lloró y lloró por un tiempo incontable ... y así sus lagrimas formaron a Arrok, el mar primitivo.

El eterno Kóoch al advertirlo dejó de llorar, y suspiró. Y su suspiro fue el principio del viento. Entonces Kóoch quiso contemplar la creación: se alejó en el espacio, alzó su mano y de ella brotó una enorme chispa luminosa que rasgó las tinieblas. Había nacido el Sol.

Con él la sagrada creación tuvo la primera luz y el primer fuego, y con él nacieron las nubes. Y los tres elementos del espacio armonizaron entonces sus fuerzas para admirar y proteger a la tierra de la vida perecedera que Kóoch había hecho surgir de las aguas primeras.

Andando el tiempo Elal, el héroe-dios, el nacido de la Nube cautiva y el cruel gigante Nóshtex, creó a los Chónek (hombres) de la raza tehuelche en las tierras del Chaltén y fue su organizador, protector y guía.

Y entre otras muchas cosas, como Elal viera que sus criaturas tenían frío y oscuridad, cuando el Sol no estaba en el Cielo, les enseñó a hacer fuego, el mismo que les permitiera vencer a la nieve y al frío en las laderas del Chaltén, el que brota cuando golpean ciertas piedras.

Dicen que a partir de entonces los tehuelches ya no temieron a la oscuridad ni a las heladas porque eran dueños del secreto del fuego que era sagrado para ellos porque se los había dado su padre creador.

Una antigua leyenda cuenta que los mapuches no conocían el fuego, pero que lo aprendieron de los niños, más exactamente de dos hermanitos que se desafiaron para ver quien hacía girar más rápidamente un palito en un nido de pasto seco. ¡Y el resultado fue que casi queman todo con su juego inocente!.

Parece ser que el gran incendio devoró los bosques y corrió los animales hasta atraparlos. De este modo los indios se quedaron sin caza. ¿Cómo harían para sobrevivir sin un alimento tan importante?.

Pero los ancianos de la tribu dijeron que la carne de esos animales quemados no podía ser impura porque el fuego venía del Dios Padre. Y comieron así carne asada y la hallaron sabrosa. Tanto que, a partir de entonces, también los mapuches quisieron hacer fuego y conservarlo porque les permitía no sólo cocinar sus alimentos sino disfrutar de su luz y su calor, todos reunidos en torno de la llama que era como el Sol.

Como todos los pueblos primitivos, los que habitaban las mágicas tierras de la Araucanía lograron encender el fuego por fricción de un palo sobre un lecho de yesca, o por percusión de piedras de pedernal hasta que el saltar de la chispa hace arder la hierba seca.

Y si resultaba laborioso encenderlo, aún más difícil era conservarlo. ¿Cómo lograr que no lo apagaran los vientos que trae y lleva Elëngansen?. ¿Cómo protegerlo del enviado de Gualichú que intentaría robarlo?. ¿Cómo entretenerlo para que no se cansara de arder y se fuera de nuevo?

Por eso los tehuelches lo encerraban en vasijas de barro y le prodigaron alimento y cuidados. Las mujeres eran las que se ocupaban del fuego, y cuando lo necesitaban sacaban brasitas y con ellas encendían nuevos fuegos. Pero, ¡ay si se apagaba el fuego!.

Muchos relatos cuentan de los terribles castigos para la mujer que se dormía o se olvidaba. Es que fueron tiempos muy duros y los hombres no podían permitirse perder el sagrado tesoro. Porque era un don de Dios, el fuego volvía a Dios a través de ceremonias donde ofrendaban al Supremo, en el pillan quitral, animales o frutos de la tierra o bien objetos culturales de manufactura indígena.

También celebraron con homenajes y regalos el fuego de Pillán, el fuego de lo más hondo de la tierra que escupen las bocas enojadas o dolientes volcanes. ¿Acaso Pillán, el que vive arriba de las montañas, no comanda las terribles tormentas de fuego del Cielo y de la Tierra? ¿Sus rayos no destruyen y queman el corazón de la vida?. Por eso lo respetan y veneran para que no se enoje y traiga el fuego que devora.

Y sacralizaron el cherufe, el fuego celeste de los aerolitos que caen y que misteriosamente se vuelven piedra colorada y ya nunca más arden.

Aunque: ¿qué habrá pasado con el fuego?, ¿estará sólo dormido o se habrá ido como los innombrables al más allá? Y hasta honran mudamente a los fuegos fríos de las lejanas estrellas, porque los viejos de los loncos dicen que allí viven los espíritus de los antepasados, las almas de los que se fueron, y desde arriba contemplan sus parientes con el permiso del Elal.

En la creencia aborigen del Sur de América viven desde hace incontables lunas, entidades mágicas en relación con fuegos malditos como los de Anchimallén araucano, el duende enano que sirve a los brujos del diablo, el que roba para "el daño", el que ciega con su presencia por que la luz en la que se transforma es maligna.

Cuando su radiación brillante y fugaz aparece en los campos o en las montañas o en las ramas de los árboles o en los techos de las rucas el indio tiembla porque significa la muerte para alguien: ¿a quién se llevará esta vez la luz mala?.

Dicen en voz baja que los anchimallenes son criaturas que los brujos alimentan con las míticas leche, sangre y miel, y que quien posea uno multiplicará su hacienda y tendrá protegidos sus ganados.

Hay quien paga mucho al brujo para tener un niño anchimallén, y también quien lo roba, y hasta quien lo seduce para sus propios huertos, observando bien cuál es el alimento que le gusta más y poniéndolo a su alcance en abundancia en determinados lugares del campo.

Es fama entonces que "por goloso pierde la vida" el anchimallen, pues los astutos hechiceros, sus verdaderos dueños, siempre se enteran, ¡y lo castigan con la muerte por su negligencia!.

Claro que la memoria de los mapuches siempre ha tenido un lugar para el ideal luminoso de la mítica Antú Malguén. Es la joven, y bella amada de Antü (el sol), la que parece flotar, delicada y frágil junto al estanque de las totoras, allá en la cumbre del Domuyo. Dicen que cantan melodías que son como suspiros de la brisa mientras peina sus largos cabellos rubios con peine de oro reluciente.

¿Por qué a veces su canto es un lamento y otra una risa feliz?. Nadie lo sabe, pero la fina voz que parece agua y que parece viento rueda ladera abajo por las rocas del volcán divino. Sólo unos pocos osados que burlaron al toro y al potro del Domuyo han logrado ver Antü Malguén en la cima sagrada.

Para unos huye disuelta en llama de cherufe al sentirse sorprendida, para otros se sumerge veloz en las aguas porque es la sirena Coñi Lafquén (hija del lago), pero ni unos ni otros han podido olvidar el hechizo fascinador de la doncella de oro luz.

Tal vez se deba a que Antü Malguén se funde en el fuego de la creación: el SOl.

Por eso mientras viva en el gran volcán andino y peine sus fantásticos cabellos los fuegos de las tribus milenarias no se apagarán, y los viejos continuarán contando y recordando su historia y las historias de todos los mitos, nacidos al calor de la llama que un día les regalará Elal.
Marcelo Fernández.

lunes, septiembre 25, 2006

Juana Figueroa

Hanky Fight
El 21 de marzo de 1903 un hombre mató a su mujer en las inmediaciones de la actual terminal de ómnibus de Salta. Este episodio que difícilmente ocuparía más de tres columnas en las páginas policiales de hoy derivó por una extraña determinación popular en el mito máximo de Salta. Se trata de Juana Figueroa, una mujer casi anónima en vida que alcanzó después de muerta una fama con características legendarias.

Las crónicas publicadas por los diarios de aquella época, tienen excesivos rodeos metafóricos y demasiadas suposiciones sin asidero con la realidad. Traducidas al lenguaje que usan los cronistas de ahora, la noticia de aquel crimen se podría leer aproximadamente de la siguiente forma:

"Ayer por la tarde, dos niños que jugaban entre los matorrales del canal del Estado, cerca del cementerio, encontraron el cadáver de una mujer que murió como consecuencia de un golpe en la cabeza. Las averiguaciones realizadas por los policías permitieron establecer que la víctima fue una mujer llamada Juana Figueroa de Heredia, de 22 años de edad, dedicada a los quehaceres domésticos.

Su esposo, Isidoro Heredia, un carpintero de 42 años, que fue detenido más tarde, confesó que había matado a su mujer con un hierro luego de una agria discusión. Versiones recogidas en fuentes extraoficiales, permiten suponer que el drama se habría suscitado como desenlace de graves desavenencias conyugales"

Lo único cierto, probado y documentado, es que Isidoro Heredia, posiblemente por celos, fracturó el cráneo de Juana y abandonó su cadáver en el lugar del hecho. Y esta carencia de detalles macabros, además de volver inexplicable el nacimiento del mito, demuestra -aunque parezca raro- que el periodismo cocina actualmente sus habas con mayor discreción que antes.

La parte más creíble de aquellas versiones indica que Juana le fue infiel a Isidoro en numerosas oportunidades y con varios hombres distintos. Esa conducta explica claramente que la mujer no tendría intenciones de conservar su matrimonio y que por lo mismo, sus infidelidades se habrían hecho cada vez más indiscretas.

Parece estar probado que Juana abandonó su hogar marital varias veces y que en cierta ocasión convivió varios meses con un tal Ibáñez en Cerrillos. Luego de romper ese romance, Juana comenzó a frecuentar por las noches los bares cercanos a la estación ferroviaria, donde entonces, como ahora, tenían su epicentro las diversiones nocturnas.

Y alguien se lo comentó a Isidoro, que la buscó hasta encontrarla y consiguió, con promesas o con amenazas, que la mujer lo acompañara de regreso a su casa. Según presumieron los policías y tal como corroboró Isidoro más tarde en su confesión, por el camino comenzó la discusión que culminó cuando Isidoro tomó un hierro que asomaba entre los yuyos y golpeó a Juana mortalmente en la cabeza.

Poco después del homicidio, mientras el victimario se disponía a purgar los 17 años de prisión que le aplicaron los jueces, comenzaron a alumbrar las velas que trasformaron a la difunta en alma milagrera.

Nadie sabe cómo empezó esa forma de culto. No hubo ninguna persona, ni entonces ni hoy, que aclarara los motivos de esta reacción popular. Se sabe, en cambio, que la historia del dramático episodio comenzó a crecer y enredarse en un fárrago de nuevas versiones, donde el único punto de coincidencia era el comportamiento pecaminoso que se adjudicaba a la muerta.

Según la opinión generalizada, Juana Figueroa había sido una mujer infiel, bastante descocada y con marcada inclinación por el beberaje y la parranda, así que dada nuestra mentalidad latina, que perdona cualquier cosa menos la infidelidad, Isidoro había matado con justicia. Era culpable pero tenía razón.

Por ende resultaba la verdadera víctima de este suceso, pero esa idea se manifestó muy raras veces en público. Hay dos viejas cuartetas muy explícitas en tal sentido.

Se atribuyen al periodista y poeta Edelmiro Avellaneda, a cuya pluma se debe también un drama en tres actos sobre las andanzas del célebre maleante Pelayo Alarcón.

Esas cuartetas dicen:"Nací de padres honrados aunque de escasa fortuna, no ha sido noble mi cuna más lo era mi corazón.Y quiso el fatal destino, esta negra suerte mía, que conociera a la Juana, con quien me desgraciaría."

Sin embargo esa "negra suerte" y ese "fatal destino" no despertaron la compasión de nadie. No hubo cristiano que moviera un dedo a favor de Isidoro Heredia. El recurso de la emoción violenta no contó en su caso. Cumplió toda su condena y pasó al más absoluto anonimato, al tiempo que la adúltera, la casquivana causante de la tragedia, se convertía en espíritu solidario y milagroso que presuntamente ayudaba a las mismas personas que descalificaron su conducta.

Juan Carlos Dávalos, por ejemplo, en su libro "Relatos lugareños" dice que Juana Figueroa "era una mulatilla ingrata y tornadiza", en tanto describe a Isidoro Heredia como "un hombre manso y tolerante, bueno como las fragantes tablas de cedro que pulía en su taller". Y don Juan Carlos, atento siempre a las inquietudes de su clase social, seguramente no hizo más que dar forma literaria a una opinión generalizada en esos ambientes.

Con Juana Figueroa no ocurrió lo mismo. Fue canonizada, hecha mártir y elevada a la categoría de alma buena, sin que su vida y su muerte justificaran semejante actitud.

No obstante, siempre existen explicaciones para las determinaciones de la gente. Si nos ponemos a hurgar muy en lo hondo, puede resultar que Juana Figueroa sea apenas un vehículo; el nombre eventual puesto a una creencia que viene desde muy antiguo. Porque parece ser que la gente necesita el auxilio de un alma milagrosa y si no la tiene la inventa.

Llegado el caso, los creyentes pueden aducir, en defensa de su fe religiosa, que Cristo también perdonó a la pecadora.
Fuente: Revista NEXO Nº 47
Domingo 30 de marzo de 2003.

jueves, septiembre 21, 2006

La Piedra Movediza De Tandil

Cat 9
La piedra movediza de Tandil, famosa en la región aunque cayó en 1912, mantenía un delicado equilibrio para el que ninguna explicación fue suficiente.

Pero una leyenda cuenta que un puma había sido apresado en un montículo de rocas y que las movía enfurecido en su deseo de quedar libre.

Entre las sierras que quiebran la planicie bonaerense se destacan los macizos de Ventania y de Tandilia, pequeñas elevaciones de formas pintorescas. En Tandil se ha construido sobre una de las sierras el Calvario, en donde cada Semana Santa se recuerda el Drama del Gólgota.

El Centinela, una piedra vertical que corona la cima de otra elevación, parece montar guardia en el silencio del paisaje. Pero, sin duda, la más famosa roca del conjunto es la Piedra Movediza, un interesante fenómeno de la naturaleza que recibió ese nombre por el eterno vaivén que atraía a los turistas.

Sin embargo, el 29 de febrero de 1912 la piedra cayó al vacío sin que hasta el presente se haya podido explicar el motivo de su equilibrio o de la caída.

Como era costumbre entre los primitivos habitantes de nuestro país, los fenómenos naturales siempre tenían una explicación por medio de una leyenda.

Los indígenas que vivían en esas tierras consideraban que la Luna y el Sol eran fuerzas todopoderosas, capaces de transformarlo todo y poseedoras de verdad. Eran para los nativos como dos esposos gigantescos, creadores de la pampa.

Desde entonces, el Sol, aliado de las criaturas que habitaban en el mundo, enviaba su luz benefactora sobre la Tierra durante el día, mientras que la Luna lo vigilaba por las noches.

Un día los hombres notaron algo extraño en el Sol: lo vieron palidecer, casi extinguirse. Era un puma gigantesco y alado que lo acosaba. Los más hábiles guerreros decidieron atacar al puma con sus flechas y una de ellas dio en el blanco, hiriendo el lomo del animal.

El monstruo rugía terriblemente por lo que nadie se atrevía a acercarse y ultimarlo. Entonces, el Sol, que había recobrado su apariencia risueña, brindaba su mejor luz. A la hora acostumbrada se ocultó.

Salió la Luna y al ver al puma aún con vida comenzó a tirarle piedras. Tantas y tantas cayeron que se amontonaron formando la sierra de Tandil. La última piedra dio sobre la punta de la flecha y en ella quedó clavada.

Pero el puma, aunque enterrado, no había muerto. Al apuntar el alba se estremecía de rabia como si quisiese atacar de nuevo al Sol. La flecha se movía y hacía oscilar la piedra en dirección al astro. Y así entendían los aborígenes el movimiento de la roca tandilera.
Marcelo Fernández.

domingo, septiembre 17, 2006

La Telesita

Disco Dance
Entre los tantos mitos y leyendas del campo, la de “La Telesita” es una de las más difundidas, especialmente entre las personas que viven y trabajan en los montes de Santiago del Estero y Chaco.

Cuenta la historia que Telésfora Castillo vivía en los montes del departamento de Figueroa, en Santiago del Estero, era muy pobre, por eso “la Telesita” siempre andaba descalza y en harapos.

Un día de invierno, cuando el frío era estremecedor, Telesita, vio a lo lejos, en lo profundo del monte el resplandor de una fogata. Ella era muy inocente, por lo que se acercó al fuego para calentar su cuerpo, pero no midió las consecuencias.

Se posó sobre un grueso tronco seco que estaba caído. Algunos árboles estaban quemándose y de repente una llamarada proveniente de un arbusto encendió su precario vestido. Pronto el fuego se apoderó de su cuerpo y se echó a correr, hasta que el fuego la consumió.

La gente del pueblo se extraño porque esta muchacha amante del baile no concurrió esa noche a uno que se hacía. Al otro día la encontraron quemada y todos la lloraron.

Esa es la historia, pero también existe un mito y una tradición entorno a esto. Dicen, que su alma, suele aparecer furtivamente cerca de las rancherías de los peones que trabajan en los montes, lo que busca es compañía y dicen que esta mujer joven y bella tiene una inmensa bondad, pero a su vez es presa de un inmenso dolor y tiene la mirada perdida.

Como es un “alma bondadosa”, muchos creen en sus milagros, por lo que realizan “las telesiadas” para obtener sus favores. Estas “telesiadas” son bailes que se hacen en su honor en los que abunda el vino y la aloja y se baila hasta el amanecer (dicen que ella era adepta a los bailes).

Las “Telesiadas” además son todo un rito, primero se le debe hacer una petición a la Telesita.

Para obtener respuestas, el promesante debe beber siete copas de alguna bebida alcohólica por ella, luego tiene que bailar siete chacareras en su memoria, mientras sigue tomando, hasta que se consumen las siete velas encendidas en un altar previamente preparado dentro de un rancho.

Recién una vez consumidas las siete velas, comienza la algarabía general, llena de alcohol, empanadas, asado y al ritmo de guitarras, bombos, bandoneones y violines que tocan gatos, escondidos, malambos, zambas y chacareras, acompañados por el estruendo y la humareda de los cohetes.

martes, septiembre 12, 2006

El Temporal De Santa Rosa

Tornado
Las creencias populares muchas veces tiene un hilo conductor con hechos de la madre naturaleza.

Isabel Flores de Oliva nació en Lima, Perú el 30 de abril de 1586 y murió la madrugada del 24 de agosto de 1617.


Fue beatificada con el nombre de Rosa. Santa Rosa de Lima es patrona de la iglesia Católica de Hispanoamérica y Filipinas y su fiesta se celebra cada 30 de agosto.

Según la historia en 1615 ante la proximidad del enemigo frente a las costas, la autoridad eclesiástica dispuso se elevaran rezos en todos los monasterios.

Rosa desde la capilla de San Gerónimo elevaba sus ruegos. Pronto una gran tormenta impidió el desembarco del enemigo y la ciudad quedo a salvo. Los más fieles creyentes atribuyeron la tormenta a los ruegos de Rosa.

En la región del Río de la Plata, la devoción por Santa Rosa de Lima era profunda.

Durante la festividad se fue observando que cada 30 de agosto, con cierta regularidad, se presentaban tormentas, lluvias y actividad eléctrica. Así nació en la cultura popular, la denominada "tormenta de Santa Rosa".

Próxima a la época primaveral, a fines de agosto y principios de setiembre, las masas de aire cálido de origen subtropical , cargadas de humedad y con temperaturas templadas a cálidas, llegan hasta latitudes cercanas al Río de la Plata.

En tanto la masa de aire frío de origen polar o subpolar, aun conservan la energía suficiente para alcanzar con fuerza las mismas latitudes. Se incrementa entonces la actividad asociada al desplazamiento de estos frentes, y como resultado, se producen lluvias acompañadas de tormentas eléctricas si los sistemas son intensos.

Esta situación es bastante frecuente cada año por lo que no resulta extraño que unos días antes de la fecha de Santa Rosa o unos días después, la tormenta se haga presente.

Desde la región de origen esta creencia popular de asociar al fenómeno meteorológico con Santa Rosa se ha extendido en ambos márgenes del Río de la Plata.
Marcelo Fernández.

viernes, septiembre 08, 2006

La Luz Mala

Floodlight
Algunos investigadores del folklore nos hablan de fuegos fatuos a los que el indígena consideraba manifestaciones de ultratumba.

Lo cierto es que cuando en el camino aparece uno de estos fuegos, el sendero deja de ser transitado por largo tiempo. Los criollos por lo general, los llaman luz mala.

Son reales y obedecen a varios fenómenos naturales: pueden ser emanaciones de metano, comunes en terrenos pantanosos como la región de la Provincia de Buenos Aires, cerca de la Bahía de Samborombón.

Otras veces son producidos por gases de la descomposición de sustancias orgánicas, sobre todo grasas, enterradas muy cerca de la superficie e incluso por la fosforescencia de las sales de calcio de esqueletos de animales esparcidos en el campo, comúnmente llamados osamentas.

En los dos primeros casos, la luminosidad es tenue e intermitente, oscilando o trasladándose de un punto a otro, impulsada por la más leve brisa.

En el último caso, concurren varios factores, como el agotamiento visual, el miedo, la falta de puntos de referencia en la oscuridad y la imaginación, que hacen que el observador la vea moverse.

Estos desplazamientos, virtuales o reales, hacen que las "luces malas" sean referidas a "almas en pena", que por ese medio manifiestan su deseo de vincularse a un ser vivo para que les sirva de compañía.

Según la tradición, tales almas andan errantes porque sus pecados no le permiten entrar al cielo (aunque tampoco son tan graves como para merecer el infierno).

Según la creencia, buscan tal compañía hasta que algún familiar realiza algún acto que las redime.

lunes, septiembre 04, 2006

La Leyenda De Cuniraya Huiracocha (Perú)

Medusa
El mito de Cuniraya Huiracocha forma parte de los escritos de Francisco de Avila, quien en la primera década del siglo XVII los recolecta en la provincia de Huarochirí. Avila fue encargado como "extirpador de idolatrías". Tenía la misión de destruir las antiguas creencias andinas y reemplazarlas por la religión católica.

Para ello recorrió la sierra de Lima (Huarochirí) con ayudantes andinos, los que escribieron en quechua los mitos y leyendas de esa región. La primera traducción al castellano la hizo José María Arguedas, publicando el libro "Dioses y Hombres de Huarochirí" en 1966. Posteriormente Gerald Taylor hizo una nueva traducción, en 1987, que aparece en el libro "Ritos y Tradiciones de Huarochirí del siglo XVII", de donde hemos adaptado el presente relato.

Cuentan que en tiempos muy antiguos, Cuniraya Huiracocha se convirtió en un hombre muy pobre, y andaba paseando con su ropa hecha arapos, y sin reconocerlo algunos hombres lo trataban de mendigo piojoso. Pero Cuniraya Huiracocha era el dios del campo.

Con solo decirlo preparaba las chacras para el cultivo y reparaba los andenes. Con el solo hecho de arrojar una flor de cañaveral (llamada pupuna) hacía acequias desde sus fuentes. Así, por su gran poder, humillaba a los demás dioses (huacas) de la región.

Había una vez una mujer llamada Cahuillaca, quien también era huaca, que por ser tan hermosa todos los demás huacas la pretendían. Pero ella siempre los rechazaba. Sucedió que esta mujer, que nunca se había dejado tocar por un hombre, se encontraba tejiendo debajo de un árbol de Lúcumo. Cuniraya que la observaba de lejos pensaba en una manera astuta de acercarse a la bella Cahuillaca.

Entonces se convirtió en un pájaro y voló hasta la copa del Lúcumo, donde encontró una lúcuma madura a la que le introdujo su semen, luego la hizo caer del árbol justo al costado de donde Cahuillaca se encontraba tejiendo. Al verla se la comió muy gustosa y de esta manera la bella diosa quedó embarazada sin haber tenido relaciones con ningún hombre.

A los nueve meses, como era de esperarse, Cahuillaca dio a luz. Durante más de un año crió sola a su hijo, pero siempre se interrogaba sobre quién sería el padre. Llamó a todos los Huacas y Huillcas a una reunión para dar respuesta a su pregunta. Cuando supieron de la reunión todos los huacas se alegraron mucho, asistieron muy finamente vestidos y arreglados, convencidos de ser a los que la bella Cahuillaca elegiría.

Esta reunión tubo lugar en un pueblo llamado Anchicocha. Al llegar se fueron sentando, y la bella huaca les enseñaba a su hijo y les preguntaba si eran los padres. Pero nadie reconoció al niño. Cuniraya Huiracocha también había asistido, pero como estaba vestido como mendigo Cahuillaca no le preguntó a él pues le parecía imposible que su hijo hubiese sido engendrado por aquel hombre pobre.

Ante la negativa de todos los preguntados de reconocer al niño, Cahuillaca ideó posar en el piso al niño, dejando que ande a gatas solo hasta donde se encuentre su padre. Hizo así, y el niño se dirigió muy contento donde se encontraba Cuniraya Huiracocha.

Cuando su madre lo vio, muy encolerizada, gritó: "Ay de mí! ¨Cómo habría podido yo dar a luz el hijo de un hombre tan miserable?". Y con estas palabras cogió a su hijo y corrió hacia el mar.

Entonces Cuniraya dijo: "­Ahora sí me va a amar!" y se vistió con un traje de oro, y la siguió, llamándola para que lo viera. Pero Cahuillaca no volvió para mirarlo, siguió corriendo con la intención de arrojarse al mar por dar a luz el hijo de un hombre tan "horrible y sarnoso". Al llegar a la orilla, frente a Pachacamac, se arrojó y quedaron convertidos, ella y su hijo, en dos islotes que están muy cerca a la playa.

Como Cuniraya pensaba que Cahuillaca voltearía a verlo, la seguía a distancia llamándola y gritándole continuamente. Entonces se encontró con un cóndor y le preguntó:

-"Hermano, dónde te encontraste con esa mujer?",
-"Aquí cerca está, ya casi la vas alcanzando" le respondió el cóndor. Por darle esa respuesta Cuniraya le dijo al cóndor:
-"Siempre vivirás alimentándote con todos los animales de la puna, y cuando mueran tú sólo te los comerás, y si alguien te mata, él también morirá".

El huaca siguió en su carrera en pos de Cahuillaca, encontrándose con una zorrina.
-"Hermana" le preguntó, "En donde te has encontrado con esa mujer?"
La zorrina le respondió:
-"Ya no la alcanzarás, está muy lejos"-. Por darle esa mala noticia el huaca le dijo:
-"Por lo que me has contado, te condeno a que camines sólo de noche, odiada por los hombres y apestando horriblemente".

Más abajo en su camino se encontró con un puma.
-"Ella todavía anda por aquí; ya te estás acercando" le dijo el puma. Por darle tan buenas noticias Cuniraya le respondió:
-"Comerás las llamas del hombre culpable, y si alguien te mata te hará bailar primero en una gran fiesta, y todos los años te sacará sacrificándote una llama" (De este modo Cuniraya le confiere al puma categoría para ser adorado, y manda además que todos los años se celebre una fiesta en su honor, en la que se bailará y se sacrificará una llama en su honor).

También se encontró con un zorro. Al preguntarle por Cahuillaca el zorro le dijo que se encontraba ya muy lejos y que no la alcanzaría. Por esto le dijo al zorro:
-"Aunque andes a distancia, los hombres llenos de odio te tratarán de zorro malvado y desgraciado. Y cuando te maten te botarán a tí y a tu piel como algo sin valor".

El halcón, con quién también se encontró, le auguró que pronto la alcanzaría. Por ello le contestó el huaca:
-"Tendrás mucha suerte, y cuando comas primero almorzarás picaflores. El hombre que te mate llorará tu muerte, y sacrificará una llama en tu honor, y bailará poniéndote sobre su cabeza para que resplandescas allí".

Enseguida se encontró con unos loros, quienes le dijeron que ya no la alcanzaría. Por ello Cuniraya les maldijo así:
-"Andareís gritando muy fuerte, y cuando los escuchen, sabiendo que tienen la intención de destruir los cultivos, sin tardar los hombres os ahuyentarán y habrán de vivir sufriendo mucho, odiados por ellos".

De este modo, cada vez que se encontraba con alguien que le daba una buena noticia le auguraba un buen porvenir, y si se encontraba con alguien que le daba malas noticias lo maldecía. De este modo llegó hasta el mar donde se encontraban dos hijas de Pachacamac custodiadas por una serpiente. Pero poco antes, la madre de éstas: Urpayhuachac, había entrado al mar a visitar a Cahuillaca.

Aprovechando esta ausencia Cuniraya violó a la menor de las hijas. Cuando quiso hacer lo mismo con la otra, ésta se transformó en paloma y voló. Es por esto que a su madre le llaman Urpayhuachac: la que pare palomas.

En ese tiempo no habían peces en el agua. Solo Urpayhuachac los criaba en un estanque que estaba dentro de su casa. Cuniraya, enfadado porque había ido a visitar a Cahuillaca arrojó todos los peces del estanque al mar. Y es por esto que el mar, ahora, se encuentra poblado de peces.

Cuando la hija menor de Urpayhuachac le contó lo que Cuniraya le había hecho, se encolerizó y se decidió por matarlo. Para ello tramó un astuto plan. Urpayhuachac llamó a Cuniraya con el pretexto de quitarle las pulgas. Este aceptó. Pero al mismo tiempo hacía crecer una gran peña para que le callera encima al huaca y lo aplastara.

Pero éste, con gran astucia, se dio cuenta de las verdaderas intenciones de Urpayhuachac, y huyó del lugar. Desde entonces Cuniraya Huiracocha anda por el mundo engañando a huacas y hombres.
Adaptación: Lizardo Tavera.